domingo, 6 de marzo de 2011

Sor Juana Inés de la Cruz y Juana Azurduy, en conmemoración de celebrarse el día Internacional de la Mujer

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, en  San Miguel Nepantla, Nueva España,  actualmente México, 12 de noviembre de 1651. Fue una religiosa católica, poetisa y dramaturga novohispana del Siglo de Oro español. Cultivó la lírica y el teatro, así como la prosa. 

A muy temprana edad aprendió a leer y a escribir. Perteneció a la corte del virrey de Mancera. En 1667 ingresó a la vida religiosa a fin de consagrarse por completo a la literatura. Sus más importantes mecenas fueron los Marqueses de la Laguna, virreyes de la Nueva España, quienes publicaron sus obras en la España peninsular. Murió a causa de una epidemia el 17 de abril de 1695.
Sor Juana Inés de la Cruz ocupa, junto a Juan Ruiz de Alarcón y a Carlos de Sigüenza y Góngora, el lugar más destacado de la literatura novohispana.3 En el campo de la lírica su trabajo se adscribe a los lineamientos del Barroco hispano en su etapa tardía. La producción lírica de Sor Juana, que supone la mitad de su obra, es un crisol donde convergen la cultura de una Nueva España en apogeo, el culteranismo de Góngora y la obra conceptista de Quevedo y Calderón.
Para 1692 y 1693 comienza el último período de la vida de Sor Juana. Sus amigos y protectores han muerto: el conde de Paredes, Juan de Guevara y diez monjas del Convento de San Jerónimo. Las fechas coinciden con una agitación de la Nueva España; se producen rebeliones en el norte del virreinato, la muchedumbre asalta el Real Palacio y las epidemias se ceban con la población novohispana.
En la poetisa ocurre un extraño cambio: hacia 1693 deja de escribir y parece dedicarse más labores religiosas. Hasta la fecha no se conoce con precisión el motivo de tal cambio; los críticos católicos han visto en Sor Juana una mayor dedicación a las cuestiones sobrenaturales y una entrega mística a Jesucristo, sobre todo a partir de la renovación de sus votos religiosos en 1694. Otros, en cambio, adivinan una conspiración misógina tramada en su contra, tras la cual fue condenada a dejar de escribir y se le obligó a cumplir lo que las autoridades eclesiásticas consideraban las tareas apropiadas de una monja. No han existido datos concluyentes, pero sí se han avanzado en investigaciones donde se ha descubierto la polémica que causó la Carta atenagórica. Su propia penitencia queda expresada en la firma que estampó en el libro del convento: "yo, la peor del mundo", que se ha convertido en una de sus frases más célebres. Poco antes de su muerte fue obligada por su confesor (Núñez de Miranda, con quien se había reconciliado) a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos, los cuales se vendieron para ayudar a los pobres.
A principios de 1695 se desató una epidemia de peste que hizo estragos en toda la capital, pero especialmente en el Convento de San Jerónimo. De cada diez religiosas enfermas, nueve morían. El 17 de febrero falleció Núñez de Miranda. Sor Juana cae enferma poco tiempo más tarde, pues colaboraba cuidando a las monjas enfermas. A las cuatro de la mañana del 17 de abril, a los cuarenta y tres años, Juana Inés de Asbaje y Ramírez murió.


Fue enterrada en el coro bajo de la iglesia de San Jerónimo, aunque durante mucho tiempo se desconoció el paradero de su tumba. En 1978, durante unas excavaciones rutinarias en el centro de la Ciudad de México, se hallaron sus supuestos restos, a los se dio gran publicidad. Se realizaron varios eventos en torno al descubrimiento, aunque nunca pudo corroborarse su autenticidad. Actualmente se encuentran en el Centro Histórico de la Ciudad de México, entre las calles de Isabel la Católica e Izazaga.

Juana Azurduy nació en Chuquisaca el 12 de julio de 1780, se casó con el general Manuel Ascensio Padilla. Luchó con gran coraje en la guerra de la independencia de su país. Al morir su esposo asumió el mando de la guerrilla con el grado de Coronela. 


El 25 de mayo de 1809, justo un año antes del alzamiento de Buenos Aires, se sublevó el pueblo de Chuquisaca, revolucionando el Virreinato del Río de la Plata desde el Alto Perú. Se destituye al virrey y se nombra gobernador a Juan Antonio Álvarez de Arenales. Es aquí donde aparece la figura guerrera de Juana. Deja sus cuatro hijos y acompaña a su esposo, ambos comprometidos en la causa antiespañola, al campo de batalla.
Allí organizan una tropa de ayuda a las expediciones que envía Buenos Aires al Alto Perú. La primera, al mando de Antonio Balcarce y la segunda a cargo de Manuel Belgrano. Las crónicas de la época cuentan que cuando Belgrano la vió pelear le entregó su espada en reconocimiento a su bravura y lealtad a la causa. Fue ella quien ocupó en plena guerrilla el cerro de la Plata y se adueñó de la bandera realista enemiga. Con esta acción el gobierno de Buenos Aires, al mando de Pueyrredón le concedió en 1816 el grado de Teniente Coronel del ejército argentino en virtud de su "varonil esfuerzo".
En ese entonces, todavía parecía más conveniente conquistar Perú por la vía altoperuana, es decir por el Norte. Cuando San Martín se hace cargo del Ejército cambia de estrategia. Decide abandonar esa ruta y elige una más segura e innovadora: llegar a Lima por el Pacífico, luego de cruzar los Andes hacia Chile. Este cambio de estrategia, deja a Juana y a su tropa sin sustentos económicos y fundamentalmente abandonados a su propio destino. Así, Juana, vió morir a sus cuatro hijos y combatió embarazada de su quinta hija. Cuando queda viuda y con su única hija, se unió en la defensa del Norte bajo el servicio de Martín Miguel de Güemes. Tras la muerte del caudillo, sin mas combate, quedó carente de recursos para volver a su patria.


Su vida transcurrió en Salta reclamando inútilmente a Bolivia sus bienes confiscados. Recién en 1825, el gobierno salteño le otorgó dinero para su regreso.
Murió a los 82 años, olvidada y en la mayor pobreza. Se la enterró en una fosa común sin los honores ni las glorias que su accionar y compromiso por la patria merecía

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